viernes, 8 de marzo de 2013

De mujeres rotas



















                                                                 A Emilia, para que siempre haga oír su voz.

La anécdota cuenta que una madre intentó saciar la curiosidad de su hija, de tan sólo siete años, sobre las razones por las cuáles la humanidad habla tan vasta diversidad de idiomas y dialectos y no una única lengua común. Así entonces la mamá le explicó que los hombres –en los inicios de la Historia– habitaban en un territorio reducido, casi inexplorado; que como eran pocos les bastaban unas escasas señales para comunicarse entre sí, pero que a medida que los hombres comenzaron a reproducirse, las necesidades –al principio– y la curiosidad –después, los obligaron a echarse a andar; de esa manera empezaron  a alejarse unos de otros y a extenderse por el planeta. Y que eso conllevó inevitablemente a que los hombres debieron desarrollar nuevas y más precisas formas de comunicación, nuevos sonidos, nuevos lenguajes, etc. La pequeña, entonces, hizo una mueca de desconcierto, miró a su mamá y le preguntó “¿Y las mujeres no hablaban?”. La madre, paradójicamente, una mujer occidental, contemporánea y dedicada al mundo de las letras, le explicó –no sin algo de culpa– que la Historia cuenta que si bien las mujeres también hablaban, durante muchas épocas y por largos períodos a sus voces no se las había dejado oír. Y que aún hoy, en los albores del siglo XXI, en muchos más sitios de los que uno podría imaginar, las mujeres todavía se ven obligadas a silenciar sus palabras o a exponer su propia vida para intentar ser oídas.

A las 5 de la tarde, la película de la joven directora iraní Samira Makhmalbaf (La manzana, Pizarrones), pinta un inteligente y emotivo fresco, y nos invita a escrutar con ojos atentos los avances y retrocesos de esa lucha que aun debemos seguir librando las mujeres –con mayores o menores recursos a nuestro alcance– para que la historia de la humanidad no sea la de “el hombre”, sino la de “las mujeres y los hombres”.
Filmada íntegramente en la desvastada ciudad de Kabul y sus alrededores, A las 5 de la tarde toma prestados el tono elegíaco y los versos del español Federico García Lorca (del poema “La cogida y la muerte”, de su Romancero gitano) como el lei motiv que atraviesa el film desde el inicio hasta el final del relato, y que se representa en la misma escena que se repite, como un círculo predestinado y maldito, en el primero y en el último plano. Si bien esa estructura circular que posee la película pareciera sugerir que estamos frente a un circuito perverso, se pueden desglosar, a su vez, otros varios recursos cinematográficos que su directora utiliza, tanto en la puesta de cámara como en la puesta en escena, y que inclinan más la balanza en el sentido de otorgarle una tregua al destino que en condenarlo a la repetición.
La historia del film se centra en un determinado momento en la vida de dos mujeres afganas que viven entre las ruinas de una ciudad arrasada por una guerra, en donde la violencia, la represión, la miseria, el dolor, y la muerte son las excoriaciones expuestas de una herida que se resiste a cicatrizar. Ambas están delineadas como el estereotipo del modelo social que representan. Una de ellas es la madre de un moribundo bebé al que no puede amamantar como consecuencia de su estado de inanición; la otra es una joven con aspiraciones intelectuales que debe armar una pantomima para evitar que su padre descubra que concurre a la escuela a estudiar, pues alberga la ilusión de llegar a ser presidenta de su país algún día. La película oscila entre dos extremos de modelos de mujer, que no son más que el producto de dos modelos sociales y de dos puntas generacionales en las que se ponen en juego la ancestral puja entre la tradición y la modernidad. Estos dos estereotipos, el de la mujer que está sesgada y confinada a lo doméstico, por un lado, y el de la que busca en el conocimiento una forma de salvación, de trascendencia y, a la vez, un camino hacia la vida pública que le permita romper el círculo, (sobre)viven en el escenario de una de las regiones menos desarrolladas del mundo.
Todas estas apreciaciones se revelan a los ojos del espectador en la suma de ciertos detalles que sólo la destreza de una directora sensible y con una mirada entrenada puede reunir. Así es como se pueden hallar algunas escenas –de indubitable belleza- en las que las mujeres atraviesan oscuros pasajes más allá de los cuales se vislumbra la luz, u otras en donde el simple gesto de cambiarse un par de zapatos o cerrar un paraguas son los síntomas de un deseo que puja por salir de las sombras.

Con una gran vinculación con Kandahar, la película que el reconocido director iraní Mohsen Makhmalbaf (padre de Samira) filmó sobre el Afganistán del régimen talibán, A las 5 de la tarde no se queda en el registro documental o de denuncia, sino que va un poco más allá y tensa los hilos de la ética y la estética para dar como resultado una obra plagada de poesía, que no sólo se manifiesta en la elección de los versos lorquianos, sino también en el despliegue de unas imágenes que buscan echarle un dejo de luz y sonido a ese silencio oscuro que persiste anquilosado en la historia de hombres y mujeres desde tiempos inmemorables.